Un
paseo por la vida de la autora Françoise Sagan y de sus personajes para
adentrarnos en la historia de “Bonjour, Tristesse” y ser atrapados por un
placer vacío que provoca una onda tristeza, siendo testigos de cómo su joven
protagonista combate monstruos que inventa su propia sin razón.
Un cambio de voz para un mundo de post-guerra. Escándalos
que abren puertas y le permiten, con la publicación de su primera novela,
hacerse un lugar seguro dentro de la Literatura Universal y desde allí empezar
a trazar un camino tratando, como sólo ella podría hacerlo, sus temas
favoritos, entre los cuales se destacaban: la vida fácil, los coches rápidos,
las residencias burguesas, el sol, una mezcla de cinismo, de sensualidad, de
indiferencia y de ociosidad –los cuales se convertirían en un sello personal de
toda su literatura. Era el año 1954
cuando la directora de la revista Elle le encarga a la joven Françoise hacer
una serie de artículos sobre las diferentes ciudades del sur de Italia para la
revista. De este modo inicia una serie de viajes, recorriendo dicho país, que
da origen a su sección de artículos titulada “Buenos días, Venecia”, “Buenos
días, Nápoles”, etc; según la ciudad que le tocara visitar y dedicar su
artículo. La palabra que se convirtió en una característica representativa de
la autora, dio origen al título de su primera obra “Buenos días, tristeza”.
Contando con tan solo 18 años de edad, Françoise Sagan
publica “Bonjour, tristesse” en 1954. Para poder publicarlo necesitó contar con
la autorización de su padre y usar algún seudónimo, el cual encontró en “En
busca del tiempo perdido” de Proust. “Buenos días, tristeza” representa una
ruptura temática con el ambiente de postguerra de su país natal. La publicación
de su primera novela envolvió a Françoise en la polémica y el escándalo. El revuelo
se vio provocado por el mundo distinto que Françoise pintaba con sus palabras y
por el enfoque en temas como: La belleza, los amores, la sensualidad, el hastío,
y la ira entre otros. En el libro no se hace referencia alguna a los
acontecimientos históricos recientes de aquellos años, ni mención de los miles
de caídos que dejara el paso de la Segunda Guerra Mundial. Además, se sumaba a
la polémica el hecho de estar narrado por una mujer y además adolescente.
Motivos más que suficientes para despertar el escándalo por mediados de los
años cincuenta. Y como el escándalo despierta curiosidad, su primera
publicación fue todo un gran éxito de ventas.
Una joven adolescente víctima condenada al escándalo. No
resulta difícil encontrar a Françoise en Cécile, una de sus principales
protagonistas. Cécile está hecha a imagen y semejanza de su creadora. Comparte
vicios con la escritora, aunque la segunda le gane de mano en este aspecto. Su
propia forma de ser, de pensar y sentir influye en las características asignadas
a sus rutinarios y transparentes personajes. Françoise sentía, al igual que
Cécile, una terrible afición por las fiestas extravagantes. Comparte con Elsa,
su adicción a los casinos. Elsa, en la novela, es una pobre afortunada en el
juego pero desgraciada en el amor. A Françoise, su adicción a los juegos la
hizo saborear momentos dulces y amargos. Primero, logrando construir una
mansión en Normandía con lo que había ganado jugando a la ruleta; y segundo,
sufriendo importantes quiebras financieras y derrochando gran parte de su
fortuna. Así era Françoise, dejando algo de ella en cada uno de sus personajes.
Una joven adolescente que se propone disfrutar a pleno de la vida sin
preocupaciones, al igual que Cécile. Amante de los límites y los excesos, Françoise
tenía una fuerte debilidad que la inclinó hacia el camino del alcohol y las
drogas. Unos años más tarde, sufre un grave accidente automovilístico, el cual
le causaría serias consecuencias: Su acercamiento a la morfina. Hecho que la
conduciría a esa fuerte debilidad que la inclinó hacia las drogas, de las
cuales jamás se libraría. Sucedió en el año 1957, un año antes de que su novela
fuera llevada al cine de la mano del director Otto Preminger. Víctima de sus
adicciones, en Octubre de 1985, tras su visita al Presidente Mitterrand, tuvo que
ser internada en grave estado por una sobredosis de cocaína, que afectó
seriamente a su sistema respiratorio. Pese a los altibajos de su vida,
Françoise nunca perdió “los tres aspectos esenciales de su personalidad: su sensible
condición humana, la lucidez de su inteligencia e imaginación y su envidiable
capacidad de trabajo acreditada por la producción de novelas, teatro,
canciones, dirección de películas, artículos, reportajes y algunos libros sobre
temas diversos.” Los temas que interesaban y que trataba Françoise en sus
novelas sirvieron de inspiración a muchos jóvenes escritores de diferentes
lugares. “Eran reiterativas sus alusiones a la buena vida, a los carros de alta
velocidad, al mar y las playas, al estilo burgués de vida y al ocio y la
sensualidad.”
La novela describe los juegos de una sociedad burguesa y
acomodada, en donde se va tejiendo la telaraña de conflictos que atrapa y deja
caer a sus personajes en la trampa de la ira. Sus protagonistas: Cécile, una joven
adolescente de 17 años que egresa de un internado religioso para reencontrarse
con su padre. Raymond, un viudo cuarentón bien galante, amante del lado ligero
y liviano de la vida y de las mujeres sobre todo. Elsa, una chica encantadora,
algunos años menor que él, muy simpática y divertida que rápidamente se hace
muy amiga de Cécile, con quien compartirían muchas complicidades arriesgadas a
lo largo de la historia. Anne, una mujer madura y refinada, galante y de muy
buenos modales, una mujer con una cultura elevada y educación brillante; cuya
distancia, frialdad e indiferencia opacan su costado más humano.
La llegada de una carta interrumpe la deliciosa felicidad
de la que gozan Cécile junto a su reencontrado padre, Raymond y su amante de
turno: Elsa. Un feliz verano que comienza, poco a poco, a desfigurarse tras el
veneno desparramado del enojo y la furia, que acecha en los bordes de una
desfortuna no premeditada que aguarda a punto de caer. Algunos de los
personajes se convierten en víctimas desafortunadas de su propio enojo, algunos
con motivos aparentes y otros sin razón de ser: Primero Elsa, luego la joven
Cécile. La madura y refinada Anne viene a quebrantar el orden de las
desordenadas y libertinas vidas de Raymond, Elsa y Cécile. Anne versus Elsa:
Con sus virtudes y defectos, con sus diferencias de edad y de experiencias
vividas, con sus diferentes formas de pensar y estilo de vida, con sus
distintas características personales y carácter; la balanza en Raymond comienza
a sopesar y a desbaratarse.
Entre medio de un manojo de opiniones y sentimientos ardientemente
contradictorios hacia Anne, Cécile no sabe si alegrarse o entristecerse, si
entusiasmarse o apenarse, si complacerse o deprimirse ante la presencia de Anne.
Cécile con sus apenas 17 años comenzaba a mirar el mundo que la rodeaba, su
mundo tan particular, sin saber, sin siquiera notar que su feliz mundo personal
se derrumbaría ante sus propios ojos incrédulos. Envuelta en ataques de ligera
agitación, Cécile se debate consigo misma, combatiendo a los monstruos que
inventa su propia sin razón. Celosa, pelea por conservar intacto el amor que
siente hacia su padre, y el que él siente por ella. Eternos cómplices
confidentes y compinches en todo. Un fraternal amor particular, entre padre e
hija, capaz de desatar severos enojos por cosas inofensivas. Cécile pelea por
mantener las cosas en su lugar, como estaban antes, contra cualquier cosa o
persona que se atreva a alterar el desordenado orden de sus vidas. Entre medio
de sus ataques fugaces de enojo contra Anne, producto de amargas, violentas y
fastidiosas discusiones con ella, Cécile comienza a gestar sus novelescos
planes y estrategias para volver la vida de Raymond y Elsa, su apreciado Cyril
y ella a la normalidad, a lo que era antes, antes de Anne. Cécile se siente
sola enfrentándose a una íntima guerra interna librada secretamente en su
contra.
Amores encontrados que intentan ser separados o destruidos,
amores verdaderos o falsos, amores incompletos o quebrados, como así también el
miedo, miedo al aburrimiento, miedo a la estabilidad, miedo a vivir una vida
tranquila son algunos de los sentimientos que despiertan un enojo incontenible,
que van de lleno a estrellarse contra todo nuevo cambio para detener su avance,
y desatan, poco a poco, una furia incontrolable y creciente en los distintos
personajes de la novela. Placeres vacíos que provocan una onda tristeza. Ya
nada puede vencer la furia desencadenada de Cécile, dominada por una fuerza
invisible contra todo nuevo cambio que la enfrenta a la vida. Una fuerza de
impulso, sin una fuente de origen clara, es la causante de la eminente
desgracia que caerá, por culpa de los brotes de enojos desencadenados, sobre
Cécile y Raymond. Ya nada volvería a ser como antes había sido. Después de
Anne, ya nada sería igual.
Todo aquello por lo que tanto luchaba y defendía Cécile
quedaría hecho polvo, y desaparecería, formando parte de la insignificante
nada. Una furia cegadora sin motivos aparentes es la causa de “ese sentimiento
desconocido cuyo tedio, cuya dulzura obsesionan”, al cual Cécile duda “en darle
el nombre, el hermoso y grave nombre de tristeza.” Ese punto final en la historia,
es el desencadenante de ese sentimiento desconocido tan total y egoísta que
produce vergüenza. Cécile siente que algo la envuelve como una seda,
inquietante y dulce, separándola de los demás. Es la voz de Cécile, que a
través de sus pensamientos, permite al lector meterse en su piel y revivir ésta
trágica y triste historia, originada por las fuerzas invisibles de un cruel
enojo sin causa. Son las semillas de la ira que van germinando en el interior
de los protagonistas de esta novela, generando impulsos descontrolados que los
arrastran a la desgracia y a la condena eterna de padecer de tristeza.
Por: Roxana Contreras.
Artículo publicado en la
edición nº 17 de la revista literaria “Granite and Rainbow”.
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