sábado, 8 de marzo de 2014

Asfixia (de Chuck Palahniuk)

Asfixia retrata la historia personal de Victor Mancini a través del tiempo. Es un ida y vuelta de imágenes en la vida de alguien con quien no te gustaría toparte nunca en la vida.  Es la historia de un hijo de madre soltera, un niño que ya nace casado porque “la verdad es que todos los niños criados por una madre soltera en gran medida ya nacen casados. No lo sé, pero hasta que se muere tu madre parece que el resto de las mujeres de tu vida solo pueden ser tus amantes. Y uno no se puede divorciar de su madre.”
Victor es un ex estudiante de medicina, que divide su tiempo en trabajar en “la América colonial de 1734”, visitar a su madre internada en el hospital geriátrico, fingir que se asfixia en distintos restaurantes para crear héroes estafados, y por último, acudir a sus reuniones de adictos al sexo, para la cual está atascado en el cuarto paso de su tratamiento, “la escritura del inventario incompleto de sus crímenes, la primera vez de todo. Una cosa incompleta más en su vida llena de cosas incompletas.”
Victor pasa buena parte de su tiempo junto a Denny, su único amigo sobre la faz de la tierra, pero Victor “no es tanto un buen amigo como el médico que intenta arreglarte la espalda todas las semanas. No es tanto un buen amigo como el salvador que quiere que lo adores para siempre. No es tanto un buen amigo como el padre que nunca quiere que crezcas.”

De niño, al soñar con alcanzar cierto orgullo y seguridad en sí mismo, formuló nuevas metas: “Si puedo hacer esto, puedo hacer cualquier cosa.” Y para él cada vez más esa era la idea: “Que si había bastante gente mirándote, nunca más ibas a necesitar la atención de nadie. Que si algún día te desenmascaraban y quedabas lo bastante expuesto, nunca más ibas a poder esconderte. No habría diferencia entre tu vida pública y tu vida privada. Que si uno adquiría bastantes cosas, si lograba bastantes cosas, ya nunca querría poseer o conseguir nada más. Que si uno podía comer o dormir lo bastante, ya nunca necesitaría más. Que si te quería bastante gente, nunca más necesitarías amor. Que alguna vez se podía ser lo bastante listo. Que algún día se podía conseguir suficiente sexo.” En todas esas metas pensaba, para darse ánimo a sí mismo, cuando se sentía presa de la tristeza o el miedo, al enfrentarse cada nuevo día, a un nuevo hogar de adopción, a una nueva madre sustituta o a un nuevo día de clase en una escuela diferente. Un niño que vivió una infancia alborotada y distorsionada, atravesada por la anarquía de su madre en sus años de juventud.
Un niño que con el tiempo se hizo grande y sin querer emprende la búsqueda de su verdadera identidad y descubre lo inesperado.

Ida Mancini, una ex adicta al tricloroetano, porque todas las pruebas que ha hecho le han demostrado “que se trata del mejor tratamiento para el exceso peligroso de conocimiento humano.” Una mujer que persigue una gran meta: “Encontrar una cura para el conocimiento. Para la educación. Para la vida interior de la cabeza.” Una mujer que le enseña a su “hijo” a crear, a inventar su propia versión del mundo que quiera. Una mujer que se opone a las leyes vigentes (y por eso no deja de volver a la cárcel una y otra vez), porque son esas mismas leyes las que nos mantienen a salvo, pero nos condenan al aburrimiento. Porque “sin acceso al caos verdadero, nunca lograremos la paz verdadera. A menos que todo empeore, nada puede mejorar. La única frontera que te queda es el mundo de lo intangible. Todo lo demás es demasiado restrictivo.” “Lo irreal es más poderoso que lo real. Porque nada es tan perfecto como uno lo imagina.” “Nuestra burocracia y nuestras leyes han convertido el mundo en un campo de trabajos forzados limpio y seguro.”


Chuck Palahniuk es, como dice en la contraportada, “una de las voces más frescas y desopilantes de la narrativa norteamericana”, y como tal, nos lleva a recorrer esta historia a través de la voz del propio protagonista, quien nos advierte desde un principio no meternos en ella. Y nos plantea situaciones como el hecho de que nuestro principal protagonista,  en la búsqueda de sus orígenes, descubra un confuso secreto que su madre tenía  bien guardado en su diario escrito en italiano: Haber sido gestado con una muestra genética tomada de un prepucio oculto en una iglesia en Italia. Ser el posible descendiente de nada más y nada menos que Jesús. Ser el Mesías mortal de nuestro tiempo. O que luego Víctor se vea a sí mismo debatiéndose ante la idea de la posibilidad de que un feto, engendrado por la doctora Paige Marshall y él, pudiera usarse para salvarle la vida a su madre moribunda, gracias a un trasplante de tejido neuronal. Pero ¿quién dice la verdad? Quién es la que delira en realidad, ¿Ida o Paige? ¿Una “madre” anciana moribunda que sufre de amnesia o una genetista del año 2556, una “doctora” que lleva una pulsera de interna en la residencia donde trabaja y donde ambas se encuentran? Esta es una novela con imágenes con doble sentido, donde no todo es lo que parece, donde los roles cambian. Habrá que adentrarse en ella para descubrir la verdad detrás de toda esta historia.

La razón de hacer cosas es que, si lo pensamos, “no hay una buena razón para hacer nada. No hay sentido. Cualquier cosa que puedas adquirir, es otra cosa que acabarás perdiendo. La respuesta es que no hay respuesta.” Una vez que uno cruza ciertas líneas, nunca deja de cruzarlas. Y eso es lo que harán Ida, Victor y Paige, Denny y Beth en esta historia. Y así acabarán “los pioneros, los zumbados de nuestra época, intentando construir (su) realidad alternativa. Construir un mundo a partir de piedras y caos.”

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