sábado, 4 de marzo de 2017

“MATILDE DEBE MORIR"


Preciosa publicación de:
Editorial Barenhaus
1º edición
Diciembre 2016

   En “Matilde debe morir” Cristian Acevedo nos ofrecerá una cautivante novela de ideas laberínticas. Comenzando con un intrigante primer capítulo donde, de entrada, el autor nos invitará a ocupar no un lugar sino un personaje. “No a un costado, no frente a el. Sino en ÉL.” Advirtiéndonos  alguna participación en los acontecimientos “que justificarán o no el desarrollo de ésta novela”. Aunque pareciera dejar en el Lector la decisión de ubicarse en el lugar de aquel personaje y asumir las consecuencias o simplemente abandonar este libro maldito. “Si avanza una línea más, no habrá posibilidad de arrepentimientos.”– Nos advertirá. Porque “aunque lo parezca, esto NO es un juego. Hablamos de la vida de una persona.”—Nos asegurará un narrador absolutamente ignorado por el Lector, ignorado porque la curiosidad y el querer saber y descubrir más y más,  conducirá al Lector a abrir las puertas de un mundo absurdo y enigmático  donde no todo es lo que parece ser, porque así irá avanzando esta historia “de capricho en capricho”.

   De este modo, el Lector abrirá las puertas de un bar, uno ubicado en la esquina de Charcas y Armenia en Palermo, ingresará trayendo consigo apenas unas pocas pertenencias, algo de dinero y  un librito azul, así ocupará su lugar, o mejor dicho, su personaje y pasará sus tardes en este bar que “no es un bar sino una novela.” Una vez dentro, se encontrará con personajes como “la mujer que escribe y lee junto a la ventana de la calle Charcas”, quien resultará ser Matilde -o no-; el bigotudo de la mesa 2, serio y repulsivo; Valentín, el mozo del bar, un joven desquiciado; y el insulso de la mesa 4, quien vaya cada Lector a saber cómo resultará ser.  La muerte de Matilde coincidirá con la finalización de su obra. Y a lo largo de la historia variarán los propósitos de la misma, lo importante: Advertir a Matilde para prevenir su muerte, descubrir quién es su asesino; buscar la manera para evitar que ella muera; y finalmente, estos personajes pensarán en cumplir la promesa del primer capítulo para concluir toda esta locura. Así como variarán los propósitos importantes en la trama, también lo harán los personajes, quienes creeremos ser unos cuando en realidad no serán –o sí-, y dudaremos de ellos y hasta de uno mismo.


   Descubriremos que Matilde, al igual que el autor de esta historia, “es clara escribiendo: Consigue con facilidad que sus palabras se conviertan en imágenes”, y así como descubrimos, cuando ella lee en voz alta, que posee una hermosa voz; descubrimos también, al avanzar en la novela, la agraciada y espléndida narrativa que posee su autor. Ésta es una novela corta pero no lo parece, porque reúne abundantes elementos, ya que en ella hallaremos no sólo una enmarañada y exquisita novela sino también cuentos, entretenidos  diálogos claros y precisos, y hasta una especie de mini ensayo donde el autor explayará sus opiniones  sobre literatura, lecturas y autores que nos hará sentir las ganas de querer haber leído mucho, muchísimo más. También nos habla sobre escritura. Maneja un lenguaje barrial, bien porteño, y algunas situaciones en clave de humorada surgen de a tramos. Esta es, sin duda, una excelente novela para disfrutar sentados en algún bar del barrio.
   Los cuentos de Matilde (o los de Cristian Acevedo o los de Omar Weiler) nos hablarán sobre la relación de una nena y su hermanito en un contexto familiar complicado por el poder, la infancia y sus recuerdos,  la pérdida inconsciente de la inocencia representada en una nena que va develando, poco a poco, las verdades que esconden los “adultos hechos de mentiras”, recuerdos de una vecina temible y un hecho tristemente atroz, y el paso del tiempo, el tiempo cíclico y caprichoso que hace que nuestras obsesiones se ensañen con nosotros mismos.
   Si hablamos del tiempo, no tardaremos en descubrir que esta novela está escrita en tiempo futuro, “un futuro apremiante y estremecedor”.  De este modo, nos encontraremos con una paradoja del tiempo. El Lector tendrá que descubrir quién es el asesino para evitar que maten a Matilde. El Lector tratará de averiguarlo cuando en realidad, Matilde todavía estará viva; buscará al asesino de una persona con vida aún. Y si hablamos de paradojas, también uno podría preguntarse ¿en qué momento se lee en el libro que uno podría elegir y ubicarse en un personaje distinto, en otro que no sea en el del insulso de la mesa 4?
   “Esta novela absorbe la energía vital de sus lectores.” Se convertirá en un sueño –o pesadilla- sin fin.  Y a pesar de todas las advertencias, uno querrá conocer y saber más sobre esta historia de tintes Shakespeareanos, Kafkianos o Borgeanos. La curiosidad será más fuerte. Está solo en el Lector la decisión de dar vuelta la página y querer avanzar. Aunque una vez dentro, será muy difícil salir, su narrativa adictiva lo atrapará, y recién allí, estimado Lector, comprenderá por qué “esta novela es una cárcel, un laberinto” del cual no será nada fácil escapar.


Reseña por: Roxana Contreras.

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